Apartamento de Joe Bennington

Me puse de pie, aún cabreada.
-Tranquilo, ellos no se van a enterar de nada porque voy a dar por olvidado todo esto -dije encogida de hombros y de brazos- pero nunca te podrás deshacer de ese remordimiento de conciencia -si es que tenía- y de mis marcas -dije haciendo con mi mano una marca en el aire como la del Zorro en la película y haciendo unos ruidos como si de espadas se tratara, dibujando en el aire una H de Helena.

Miré a Helena mientras hacía esas florituras riéndome entre dientes.
-Será lo mejor.-dije simplemente encogiéndome de hombros, indiferente.

-Pero nunca retiraré eso de que eres idiota -añadí alzando la cabeza con superioridad.

-Tú te lo pierdes.-torcí una media sonrisa, levantándome del sofá y cruzándome de brazos, como si estuviese esperando a algo.

Lo miré con morritos de enfado de arriba a abajo.
-¿Qué?

Sonreí y me acerqué a ella con andares elegantes, robándole de forma rápida un beso.
-Ya sí que te puedes ir.-dije divertido yendo hacia mi habitación para cambiarme de ropa.

Fruncí el ceño por el enfado y abrí mucho la boca al notar aquel besito que me había dado. Gruñí por lo bajo y comencé a recoger mis zapatos, mi abrigo, mi bolso y mi falda, vistiéndome y peinándome el pelo con las manos mientras refunfuñaba.

Me metí en el baño con la puerta entreabierta, escuchando como refunfuñaba a lo lejos Helena. Sonreí mientras abría la llave del grifo y me colocaba bajo el chorro del agua, levantando la cabeza con los ojos cerrados y disfrutando el momento, haciendo un ruidito de satisfacción.

Rodé los ojos y cuando conseguí finalmente calzarme, me puse el abrigo, ¿es que ya no pintaba nada en ningún sitio de Nueva York? Tal vez debía plantearme eso de ir a una universidad muy lejos de aquí.

Me vestí de forma informal con una camiseta de manga larga blanca con el cuello abierto en forma de triángulo, uno vaqueros y unos calcetines. Me peiné el pelo mojado con los dedos y me apoyé en el marco de la puerta, sonriendo.
-¿Te vas?

-Sí -contesté con descaro, dándole la espalda- Esta casa tan pequeña me agobia -dije intentando hacerle sentir algo dolido, aunque fue en vano.

-Claro, estarás acostumbrada a vivir en tu gran mansión llena de comodidades que cualquier casa te parecerá una chabola, ¿verad?-dije frunciendo el ceño pero sin perder la sonrisa.

-Me da más asco el ocupa que la chabola -dije hechando un mechón de mi pelo hacia atrás, alzando la cabeza.

-¿Entonces a qué esperas? La puerta está todo recto, no hay pérdida.-dije divirtiéndome de lo lindo y cruzándome de brazos.

Realmente furiosa, pasé de largo el pasillo y me dirigí a la puerta.
-Idiota.

-Yo también te quiero.-dije despidiéndola con la mano.-Adiós.

Le mandé una mirada un tanto asesina y me fui de su casa, dando un portazo tan fuerte que incluso parecía que las paredes temblaban.

Di un pequeño sobresalto por el portazo y bufé. A continuación, hice la cama y decidí secarme el pelo, dispuesto a olvidar a la chica.