Apartamento de Joe Bennington

Me saqué los pantalones con algo de dificultad y, mientras ella se quitaba la falda, yo intentaba desabrocharle el sujetador, besándole el hombro.

El resto de la ropa salió volando y las sábanas se convirtieron nuestras únicas ropas. La noche pasó enseguida entre besos intensos y sensaciones y sentimientos apasionados.
A la próxima mañana, cuando los rayos de sol entraban por la ventana, abrí los ojos lentamente, llevando mi mano a mi frente.

Me desperté al día siguiente completamente desnudo y con algo de dolor de cabeza. Miré a mi derecha y vi que tenía a una chica en mi cama. Genial... sencillamente genial, no sé en qué estaba pensando el día anterior, pues no quería pasar realmente un día movidito. Me incorporé y me vestí únicamente con el pantalón del pijama, saliendo de la habitación sin decir nada.

Abrí muy lentamente los ojos, tenia cierta resaca, pero me acordaba de todo perfectamente. No estaba aconstumbrada al alcohol, pero sabía medirme, aunque con muy poco consumo ya me ponía tonta perdida. Miré a mi izquierda y noté cierto vacío.

Llegué a la cocina bostezando y cogí un cartón de zumo, bebiéndolo como único alimento esa mañana. Me rasqué la cabeza, revolviéndome el pelo. Suspiré; ¿tendría que hacerle el desayuno a Helena? Me encogí de hombros y me dejé caer en el sofá después de tirar el cartón vació en la basura. Puse la televisión, pasando los canales desinteresadamente.

Me puse la ropa interior y únicamente la camisa, asomándome por la puerta de la habitación y viendo a Joe tirado en el sofá, sonreí, típico en un hombre.

Sentí una presencia detrás de mí y giré mi cabeza. Le hice un gesto con la mano en forma de saludo y sonreí, volviendo a fijar la vista en la televisión.

Alcé las cejas y me acerqué sentándome en el sofá a su lado sonriente.
-Buenos días, ¿eh?

Arqueé una ceja.
-Buenos días.-contesté incorporándome y poniendo una mano en su rodilla, haciendo una pequeña caricia con el dedo pulgar haciendo circulitos.-¿No desayunas?

Comencé a rodear mi dedo índice con un mechón de mi pelo rubio mientras miraba su mano posada en mi rodilla, sonriente.
-No quiero ser una molestia -contesé, llevando mi mirada a la suya.

Sonreí dándole una palmada en la rodilla y quitando la mano de allí, apoyando mi espalda en el respaldo del sofá y volviendo a pasar los canales.
-Entonces, ¿por qué no eres buena chica y te vas?-le dije como si nada, mirando la televisión.

Mi sonrisa se me desvaneció enseguida, y mi cara se volvió seria, alzando una ceja.
-Perdona, ¿qué?

Arqueé una ceja, mirándola de soslayo.
-¿Que por qué no te vas?-murmuré arrastrando las palabras lentamente, como si Helena no pudiera comprenderme. Seguí mirando la televisión.-Un placer conocerte a fondo, en serio.-sonreí para mí mismo.

Me crucé de brazos, completamente seria.
-Pero... ¿de qué vas? -dije con cierto descaro.

Me encogí de hombros, mirándola fastidiado por no poder ver la televisión en paz.
-¿Qué esperabas? Solo nos hemos acostado una vez, esto no ha significado nada. ¿O creías acaso que sí?-arqueé una ceja, sonriendo de lado.

Negué con la cabeza, con una sonrisita amarga, como si estuviera decepcionada.
-Tienes razón, pero al igual que tú merezco un poco de respeto.

Sonreí revolviéndole el pelo.
-Ya tuviste bastante respeto anoche, preciosa. Será mejor que vuelvas a tu casa, lo digo por tu bien, si no puedes meterte en problemas con tus padres.-dije rascándome la mejilla y mirando un canal, interesado.

Le cogí el mando y cabreada apagué la tele.
-Lo primero, no me importa lo que piensen mis padres. Soy suficientemente lista como para que no me reprochen ni regañen. Lo segundo, ni te atrevas a llamarme preciosa y luego me vengas con tanta indiferencia.

La miré a los ojos, chupándome los labios.
-Está bien, Helena.-dije poniendo énfasis en su nombre.-¿Es que acaso te quieres quedar revoloteando por mi casa? Como quieras, si quieres hasta podemos repetir.-bromeé alzando las cejas, riéndome entre dientes.

Alcé aún más las cejas, mirándolo de arriba a abajo.
-No, gracias. Eso es sólo lo que tú quieres, a mi ya no me apetece -dije girándome, dándole la espalda.

-Oh, vamos, no te pongas así.-alcé las cejas.-Podemos vernos cualquier otro día que yo esté aburrido.-bromeé enciendo la televisión de nuevo.

-Cuando te aburras, cómprate una muñeca inchable -refunfuñé, lanzándole un cojín.

Cogí el cojín en el aire, divertido; estaba resultando más entretenido de lo que pensaba.
-Vamos, si en el fondo lo estás deseando...-dije sonriéndole de forma pícara y acercándome a ella, pasando mi brazo por encima de su hombro y poniendo la otra mano en su cintura.

Miré su mano, la verdad era que sí, pero no me iba a rebajar tanto. Reí amargamente.
-Mi objetivo en la vida no es tener a un hombre sólo para satisfacer mis placeres sexuales, ¿sabes? -dije apartandome un poco.

Me encogí de hombros, volviéndome a acercar.
-Tampoco es mi finalidad, Helena.-mentí.-Pero, ¿sabes? Será mejor que nos distanciemos, puede que tu familia se meta en esto y serían demasiados problemas para mí.-dije separándome del todo y apagando la televisión, molesto; ya sí que no había nada que ver.