Centro de la ciudad (Times Square)

Mi mejor amiga y yo paseábamos por las calles de nueva York. Salimos de una tienda de chucherías y llevé un chicle a mi boca mientras ella se limitaba a mirar a los chicos que pasaban murmurando comentarios como:
-Mira Helena, ¡mira qué bueno está ese! ¿No te parece guapísimo?
Suspiré profundamente, aquel era un día tan aburrido... Alcé las cejas y miré a aquel chico y asentí con la cabeza sin mcuho entusiasmo.
-¡Me aburro! -dije parándome cerca de una farola, balanceándome hacia adeltante y hacia atrás con mis propios pies.

Me apoyé en la farola, mirando a toda la gente pasar. A mi amiga la llamaron al móvil y se alejó un poco, entonces un chico se paró frente a mi y me formuló una pregunta.
-Te pilla un poco lejos -contesté poniéndome de puntillas y mirando el fondo de las calles- tienes que cruzar un par de manzanas antes de llegar.
Seguí mascando el chicle de menta que tenía en mi boca, esbozando una pequeña sonrisa sin mucha gana.

-Vivo cerca -dije mirando de reojo a mi amiga, que se despedía con la mano y se iba- Y si, me temo que iré para allí -medio sonreí una vez más.

-Claro -dije mientras comenzaba a guiarlo por las calles- Te habría salido mejor pedir un taxi -comenté por romper el hielo.
Me paré a unas calles y le señalé un camino.
-Ahora debes ir por ahí -sonreí.

Frunci el ceño y sonreí con cierto nervio.
-Luego debes de cruzar esa esquina, ¿la ves?

-Derecha, derecha -sonreí- Si, lo sé, es un lío de ciudad -admití- Es imposible conocérsela del todo. Te costará. Y si te pierdes, siempre te queda preguntar a otra persona.

-Sí, si voy, es mi último año -dije sonriente, ¿pero por qué le contaba ese tipo de cosas a un desconocido?
Carraspeé, llevando mi mano empuñada a mis labios, como si estuviera tosiendo.
-Eh, sí. Espero que llegues bien. Me tengo que ir, está anocheciendo y hechan la telenovela en diez minutos -me giré, con intención de irme.

Fruncí el ceño.
-Eh... Claro -aunque en realidad, no me fiaba, cogí su teléfono móvil y le registré un número, aunque no era mío, me lo había inventado. Yo no era como mis amigas que daban el numero a cualquier chico. Además, yo sólo vivia para los amores platónicos.

FDR: ¬¬

-Gracias - le sonreí y me guardé el teléfono - ¿estás segura de que no puedes llevarme hasta allá? - miré sus ojos intensamente con algo de angustia.

Fdr: ¿qué? ¬¬

Señalé hacia el otro camino.
-Es que, debería irme... -murmuré, poniendo cualquier escusa.

Fruncí el ceño.
-Está bien -metí las manos en los bolsillos de mi cazadora blanca y comencé a caminar, dirigiéndole hacia donde me había dicho- ¿Desde cuando alguien confuso por saber un lugar se comporta de esa manera con alguien desconocido como yo?

-Sí -dije alargando la palabra, llenandola de ironía- Claro, te secuestraré, te ataré a una silla, y te apuntaré con una metralleta a la cabeza.
Rodé los ojos.

Fruncí el ceño, arrastrada por aquel chico.
-¿A dónde me llevas, si no sabes el camino? -alcé una ceja.